Oda al puchero grande
Qué rápido el recuento, tanto que parecía contado de antemano, prefabricado y de cuento. Inspirado por Tezanos, el contable de mafiosos, el hedor de barlovento trajo dolores de entuertos, no miento pero da miedo. Parto inducido de ballenato bobo, faena ibérica, en menos de una hora salen airosos: dos orejas y rabo. Así lo hacen en Bélgica… Allí no hay toro pero sí mucho moro, inmigrante ilegal en moto y Yihadista con derecho a voto. Europa no escucha ni lucha y ahora tras la Pascua y el desfogo parece que hablo en rogo-rogo. ¿Eurabia lo llaman? Por si éramos pocos en el rosario de la aurora hoy votan también tontos, locos y jóvenes rojos. Locos y tontos siempre han votado, no hay que llevarse a engaño, pero ahora también son parte del amaño el que nació con cable cruzado y quien no puede esconder su retraso. ¿Me paso? En el banco no les dejan abrir cuenta, que cuando se habla de dinero la piedad no cuenta, tampoco decidir sobre su futuro inmediato, como cruzar la calle o atarse el zapato, y no digamos ya a largo plazo y cuestiones de estado. ¡Qué zurdazo!
La nueva generación es otro cantar, son los más preparados, chicos bien de hamburguesa vegana y iPhone. Han visto a Macron llegar como el tifón, al zar de Galapagar comprar un casoplón, al discreto Garzón cocinar para Instagram y entienden que en el siglo XXI todo se ha de revisar, los principios inmutables y los tuits de antaño, la Constitución, la monarquía, todo es cuestión de nueva serigrafía… ¡Un apaño! Como si fuera Bla Bla Car hay que negociar, dialogar que es más honesto, dice el manifiesto que se puede estar en misa y repicar como Hefestos en su forja, golpeando con hoz y martillo la campana de la iglesia, remojando la gorja con sangre de mártires, bailando la conga ebrios y destapados, pero de tapadillo. ¡Que no hay cielo ni más infierno que no tener wi-fi ni birra fría y cada noche una tía! No saben que eso es viejo, que alguien ya lo pidió y si no lo tenemos hoy es porque se votó que no. Que no conviene aunque guste y la cerveza engorda un montón.
De ahí se nutre la criatura de izquierdas, de votos y botas, botas de vino y de fino, votos de gente sin tino, y la bajura del rastrero que hace trampas de trilero. El PSOE jamás ha llegado a buen puerto con horizonte despejado, siempre envuelto en tinieblas y enredos. Que se lo digan a Tejero y al rey emérito. ¡Todo el mundo al suelo!
Sanchijuelo no escapa al rumor, cuentan que tras echarle como perro traidor le aupó el podemita camaleón, que se afilió en Ferraz de manera poco veraz para empujar al caballo aqueo tras los muros de Troya. Ahora deshojando la cebolla toca llorar al ver lo que escondía el bayo bajo el sayo.
De casta le viene al galgo que el pelón inmundo, el visir alimaña, reventó un Talgo, o dos, para salvar su campaña y sentarse en el trono. Rápido congregó a la turba espontánea frente a la bandera de España, a escupir como monos al trapo gualda y sembrar cizaña. Así avanza siempre la calaña marxista hasta Moncloa y más allá, al espacio exterior si se puede esquilmar el vacío sideral y adoctrinar al que escuche el traductor universal. Trotskista.
¿La verdad? España es de izquierdas y no por ideología, que a todos nos gustaría vivir del cuento algún día, es por otra cuestión y lo han dicho propios y extraños, desde Polibio a Unamuno, Napoleón o Séneca. ¡Eureka! Es un país de ladrones, olivos y culebras, donde se asa manteca y el que puede te roba o te quiebra. Eso sí, hace buen tiempo. Tierra de vagos y corruptos, intelectuales de slow tempo, de brutos, analfabetos y música étnica. Gitaneo en concreto, con ritmos modernos y letras de espanto, de asuntos de cama y amores que matan. ¿Lo peor? La cosa no cambia. Falta talento y se echa de menos al que perdió la mano en Lepanto o al almirante Blas de Lezo. Al cielo rezo:
¡Que Dios nos coja confesados y con los machos atados, que cuando el grajo vuela bajo y la sanchijuela agarra fuerte, hace un frío del carajo y se acaba la suerte!
Tras el sablazo electoral el pueblo entero hace pucheros mientras tocan a rebato: puchero no, pucherazo.
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