Juan
Juan Principal contribuyente de vocablo.es, Juan estudió periodismo un día, lo que le descalificó automáticamente para trabajar como tal. Dispuesto a no malgastar semejante inversión escribe ahora por su cuenta y riesgo. Palabras, palabros, juego de vocablos...

Manual de Persistencia

Manual de Persistencia

No voy a hablar de Pedro Sánchez y de su libro. Voy a hablar de mí y del mío. El problema es que no he escrito ninguno, pero hay tantos en el mundo que no debe ser muy difícil. Bueno, yo genero caos y ya vendrá alguien a poner orden. Un amig@ que sepa más que y@, que alguno habrá…

En fin, como es una biografía tengo que hablar de mí y de mi vida. Perfecto, adoro el tema. Empezaré con una anécdota para romper el hielo, que para estos caladeros necesita el lector conocimiento iniciático. Me viene a la cabeza aquella vez que me regalaron un viaje por ser tan guapo, claro que tenía 5 años y me daba miedo el Tren de la Bruja, así que no me vale. O esa otra en la que todos me necesitaban por ser el más largo, querían coger las uvas de lo más alto, de las parras de Moncloa. No sé, hay altura pero le falta grandeza. Ahora mismo, la verdad, me cuesta encontrar la buena, así que mejor me la invento. Están de moda los colchones, normal, nos pasamos media vida tumbados pero no quiero que me encasillen como a Lorenzo Lamas, que a los actores no los toman en serio ni aun siendo modelos. Yo necesito algo intelectual -como yo-, de pensamientos profundos -yo los tengo- y soberbia dignidad -¿Quién mejor que yo?- Hablan de “Sanchismo”, yo lo llamo “Sanchología”, que suena más elevado. ¿Mis razones? Primero, porque hay mucho Sánchez por ahí y sólo un Sancho Panza, y sobre todo porque nunca ha entendido nadie el espíritu de la isla Barataria. Decían de Sancho que tenía delirios de grandeza, anhelaba poder y quería gobernar a toda costa, y se pusieron todos de acuerdo: le dejarían hacerlo para comprobar el límite de su estulticia. La cual pusieron a prueba después de entregarle las llaves de la ciudad con todo el boato del que eran capaces. Contra todo pronóstico el loco se volvió lúcido, y dio una lección de buen juicio a nobles y eruditos, callando la voz al pueblo entero. Fue breve su gobierno, eso sí, a los diez días se cansó de ser otro, el que nunca fue ni habría de ser. Y lo dejó a pesar de contar con los mejores consejos, un redondo Quijote se encargó de allanarle el camino tirando de vieja escuela, con citas de senadores romanos elevando la virtud, rechazando el exceso. Nadie forzó su dimisión. Fue más el hartazgo, tener que lidiar con fanáticos e incapaces a cada paso suena agotador y, en el fondo, no se engañen, no está hecha la hiel para la boca del cisne. El gobierno es agrio, agridulce más bien, se tolera quizá con un viaje de vez en cuando.

Me llamaron mentecato, mediocre y toda una larga lista de insultos, el más raro es Isidoro, por un impostor histórico y unas falsas Decretales, que son cartas pontificias, respuesta a peticiones, que devolvían reyes al trono y a obispos sacaba del apuro ante el tribunal. Y yo de latín poco, me sé lo de cum laude porque es mi nota media del colegio, la universidad y la tesis doctoral. Isidoro se las inventaba el muy pícaro, muchos le confundieron con el arzobispo de Sevilla, y se salió con la suya durante unos pocos siglos. Al final todo se sabe, me temo, y descubrieron el pastel. Y ustedes ya sabrán que Io sono Pedro Sánchez. En un descuido del autor, que se resiste a ver la luz y no traía buenas intenciones, he salvado el artículo como he salvado la patria. Habrá consecuencias, imagino, pero a mí me da igual, como dijo don Camilo: “Yo he venido aquí a hablar de mi libro.”

PS: Me dicen que la frase es de Umbral, pero eso lo arreglan para la segunda edición.