El Bardo del Tabardo
El Bardo del Tabardo Poeta lírico, entiéndase del lirio y la liria, con chaquetón, que no chaquetero, no me confundan con la otra acepción -el fango-, aunque éste sea a veces fuente de inspiración.

La tregua del Sabbath

La tregua del Sabbath

En España no se piensa, según dijo un autor, no recuerdo el nombre, pero salvo rara excepción se embiste cual toro bravo, como el de Osborne, de larga cornamenta según el rumor y, para ser inclusivos, cojo de una pata, desecho de tienta y de color. El voto lo hereda uno temprano, desde la cuna, y depende de la fortuna que el abuelo estuviera aquí o allá, fuera testigo o agraviado en el duelo cara al sol, se encontrara cazando en el coto, fumando un habano o cuidando marranos, esperando el maná ignoto, regando la tierra amarga del 36 con sudor proletario, de ocho a seis, sin parasol… ¡Trabaja, villano, cumple el horario! Así lo ha contado la izquierda, menudo Troll.

De izquierdas o de derechas, azul tiránico o rojo pasión, se vive más como el fútbol, con devoción profana y odio del bueno, del 5 jotas, del sarraceno. Se odia al rival más que perder la final, se hace leña del árbol caído y un festín para celebrar la derrota del afligido vencido, aunque todos pierdan y sea un fastidio, hecatombe de chirigota, tragedia clásica sin clase, con título claro, sin ambages: El suicidio de Caín.

No nos sorprenda que se desquebraje la nación, la dama se queda desnuda de convicción, unos tirando del hilo de su vestido de luna y otros pegados al cuello incansables en la succión. ¡Todos a una, Fuenteovejuna! Vampiros de oro y sudor los ha habido siempre, señor, pero ahora que se creen guapos también lo son de atención. Si hay algo que se agradece en la jornada de reflexión es que por fin baja el ritmo del tambor. El ejército progre detiene su marcha hasta el domingo de la votación. Los medios callan o, al menos, no alzan la voz. Los partidos hacen quinielas, rezan al Hacedor o sacan brillo al martillo y la hoz, camino al cadalso a ritmo de ejecución. Hay siempre quien rompe las reglas, pide el voto o monta un alboroto. Pienso en Iglesias y su Corte de los Milagros, como Pedro el Ermitaño al frente de una legión de pobres infantes, su hambriento rebaño. Tanto monta, monta tanto, que la cabra tira al monte y el tramposo a la manga donde esconde un as falsario que le entregue la victoria al deslizarlo sobre el sudario de la mesa electoral. Hablo de pucherazo, de sablazo y de funeral democrático. De entregar la llave de la ciudad al fanático y al ladrón, qué leñazo…

Así pues, vote a quien quiera, amigo lector, es su derecho constitucional. Si puede ser, no obstante, hágalo con la razón y no con el corazón ni por abuelo nacido en villorrio o casoplón. En estos días que corren todo está del revés, los ricos son de izquierdas y les va fenomenal. Los pobres, de derechas, ajo y agua chaval, y la clase media… Como el halcón maltés, en vías de extinción. Es el modelo socialista, no me lo invento, la nueva aristocracia, que son ellos al poder, la que ama y cuida al pueblo sin desfallecer. A cambio sólo exige impuestos y sumisión. No sé qué pensarán pero suena al viejo cuento, a esa historia utópica que acaba en revolución.

Imagen cortesía de Martin SoulStealer - Trabajo propio, Licencia (CC Attribution 2.0 Generic)