La municipala
Hay una policía por estos lares que quita el hipo. No es un piropo, Zamora, es un hecho. Comprobado y comprobable, cada vez que pasa por delante todos los varones y más de una mujer pierden el hilo de la conversación. Es natural, nos gusta lo bello, es como si una catedral gótica con ruedas se paseara por el municipio: puro placer estético. Ella es consciente, claro, y seguro que valora su carcasa incluso en estos tiempos New Age de espiritualidad Coachella. Tiene buenas hechuras la condenada, alta y de cuerpo atlético, se la ve con carácter, malas pulgas incluso, seguro que puede reducir al criminal del mismo modo que sus compañeros masculinos. Parece feliz como policía, y eso que el puesto requiere ciertas cualidades, entre ellas tener estómago y dedicación, es mujer de bandera, empoderada de pies a cabeza.
No tengo nada contra la municipala que conste, al contrario, respeto y admiro a los que se arriesgan y sacrifican por los demás. Estoy en contra de lo políticamente correcto y la contradicción que promueve. Nos “anima” a ser todos iguales pero diferentes, divertidos pero serios, sofisticados pero cercanos, cosmopolitas pero provincianos, rebeldes pero dóciles, seguros de nosotros mismos pero humanos con fallos y debilidades, jóvenes pero viejos, viejos pero jóvenes, políticos pero correctos, francos -con minúscula- pero con mordaza… Hay una palabra que lo define mejor: esquizofrenia.
No debería sorprendernos, no obstante, de un país con dos Españas, con sindicatos apesebrados por el estado, políticos que se creen celebrities, que confunden servicio al ciudadano con legitimación para sátrapas, de ladrones honrados, o de un gobierno en funciones que secunda una huelga general por los derechos de la mitad de sus ciudadanos. Y, aún así, me sorprendo. Con la manifestación del 8-M, especialmente. Mujeres que miran al pasado con amargura y culpan al patriarcado opresor de todos sus males. Por lo que tengo entendido hasta hace bien poco la vida era tan dura que se la pasaban luchando, no había tiempo para rizar el rizo o buscarle tres pies al gato. Hombres y mujeres se apoyaban mutuamente y colaboraban en la medida de los posible para llevar comida a la mesa, combatir enfermedades, criar a los hijos, esquivar la muerte y pagar impuestos. Ahí tenemos el poema del Niño Yuntero de Miguel Hernández como ejemplo:
“Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio”
Habla de un niño que podría ser viejo, le arrebata la vida el arado, que si de algo está llena la historia es de miseria y muertos. En campos de batalla del mundo entero se han desangrado hasta morir incontables almas, de hombres por cierto. El patriarcado malvado reservaba el honor para ellos, pero ahora hay mujeres en el ejército y todo es más justo, la mujer tiene el mismo derecho a morir por la patria después de todo.
Antropológicamente hablando es cierto que hay un machismo inherente en casi todas las especies, el macho por lo general es más grande, fuerte y agresivo que la hembra, y su deber es protegerla y asegurar descendencia. Con el paso de los siglos la civilización ha ido dejando atrás la tiranía animal y puliendo paulatinamente las diferencias entre hombre y mujer. De tal manera, pese a los aciertos y desaciertos, ésta ha pasado de la sobreprotección de la que se quejaban las primeras feministas a la emancipación victimista que disfrutan las actuales. Curioso que en el pasado aspiraran a que se las tratara como iguales y ahora a que se las trate de forma diferente. Más allá del berrinche lo que en verdad me preocupa es la igualdad jurídica, que se la han llevado por delante los delirios del presidente y la ideología envenenada del neo-marxismo. Mismo delito, misma pena, de siempre, que citando al Dr. House “todos el mundo miente”, de vez en cuando al menos -empezando por Eva y la serpiente- y la ley ya contempla agravantes y eximentes. Paro con las rimas que se va a notar que he leído al Bardo del Tabardo recientemente.
A la izquierda le ocurre como a un servidor con la municipala: ve la excepción y no la regla. Se fija en un minúsculo porcentaje de la población, hombres con éxito, y extrapola al resto como si para el español medio estuviera todo hecho, como si no hubiera que competir por nada y es más bien al contrario, hay que pelearlo todo, especialmente el trabajo, con otros hombres que aspiran al puesto, mujeres por paridad y decreto, y ahora también inmigrantes ilegales de ambos sexos. Si les impulsa el buenismo rousseauniano o la política maquiavélica actual, lo decide ya el lector, pero a las moradas amazonas que saldrán a la calle el 8-M aconsejo ir a la biblioteca y mejor antes que después. Si han de culpar a alguien de sus pesares, el progreso no lo frena la derecha. Fueron mujeres de izquierdas las que negaron el voto a su género durante la II República. Margarita Nelken del PSOE y Victoria Kent del Partido Radical Socialista, por si lo quieren mirar. Y si no, en breve estarán aquí los robots y no habrá más parejas como las de antes, ni trabajo, ni derechos para nadie. Disfruten de lo conseguido que para este viaje no hacían falta alforjas.
Imagen cortesía de Diario de Madrid - Policías en la calle, Licencia (CC BY 4.0), Original