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Juan Principal contribuyente de vocablo.es, Juan estudió periodismo un día, lo que le descalificó automáticamente para trabajar como tal. Dispuesto a no malgastar semejante inversión escribe ahora por su cuenta y riesgo. Palabras, palabros, juego de vocablos...

Idus de marzo

Idus de marzo

Que las encuestas no son fiables es casi axiomático, y si no me creen pregunten a Hilary Clinton. Si la encuentran en el bosque, claro. Hay un vídeo circulando por Internet -no sé si real, cada día es más difícil separar el grano de la paja- en el cual su marido y su hija la abrazan y felicitan por la victoria minutos antes del jarro de agua fría. Y no me refiero al desafío del cubo, otra de esas tonterías supinas de la red. Resulta que Donald Trump había ganado las elecciones y contra todo pronóstico se convertiría en el próximo presidente de los EEUU. El oso de rubio pelaje había esquivado la bala del cazador, o encuestador, dejando claro que uno no se podía fiar de las encuestas, los vaticinios de periodistas y periolistos, bustos parlantes de televisión, analistas políticos, senadores, congresistas, académicos, actores, celebrities, deportistas… Incluso presidentes en funciones como Hussein Obama, con un pie fuera y otro todavía en la campaña demócrata, rompiendo aquella ley no escrita que respetan todos menos él: si te vas, te vas. ¿Les suena de algo? Usar el cargo para ganar votos está feo aunque seas el más guapo.

Volviendo a EEUU, todos los augures de las encuestas se echaron las manos a la cabeza una vez quedó claro que todo su trabajo era papel mojado. Revisaron la metodología una y otra vez mientras se enzarzaban en debates sin saber por dónde enfocarlo. Salvo uno, muy cuco -creo que era Rassmussen pero no puedo asegurarlo-, que supo doblar la esquina. Tras el cuestionario estándar donde preguntaban al ciudadano si iba a votar a Trump, edad, género, nivel de estudios, salario y todo lo demás necesario para la política de identidad -que no es otra cosa que dividir a la sociedad en grupos y corpúsculos cada vez más pequeños y ridículos, y segregarnos a todos, tratarnos como masa, apretando las clavijas a la libertad individual. Divide y vencerás, un clásico del manual de la izquierda-, introdujeron una última pregunta en el cuestionario, pregunta que llaman de comprobación, para pillar que diríamos por aquí. La pregunta en cuestión era la siguiente: ¿Y su vecino? Al parecer, funcionó como el aceite de ricino. La mayoría respondía algo tipo: “Sí, mi vecino va a votar a Trump. Tiene el jardín lleno con su cartelería”. La gente, pues, tenía miedo de reconocer su candidato y le colgaban el muerto al vecino imaginario. Y yo les imagino mirando orgullosos, mientras respondían la encuesta telefónica, su propio césped. El voto sigue siendo secreto y un derecho constitucional, se puede ejercer o no, decir o callar, a gusto del votante, pero al final las urnas se llenan de ellos y las leyes se destruyen con leyes.

Aquí en España y a pie de calle se oye mucho el mantra: “no me puedo afiliar, soy funcionario” o ese otro de “Vox es la extrema derecha”. Teniendo en cuenta que es más fácil encontrar “El Dorado” o la tumba de Alejandro que el centro político, yo diría que Vox es la derecha a secas. Representa a todos los votantes que el PP ha defraudado a lo largo de los años, que han votado a regañadientes presos del voto cautivo. Ahora que hay por fin una alternativa como dios manda, se sienten representados e inspirados por Vox, que es la derecha porque se han movido todos a la izquierda. Lo de los funcionarios es otro cantar, hay sicarios y listas negras en las cloacas y si la mitad de lo que cuentan es cierto los trapicheos, envenenamientos y venganzas de los ministerios dejan a las intrigas palaciegas romanas como riñas de patio de colegio. Aún así, debería ser de otro modo en democracia. Nadie tendría que esconder sus simpatías políticas, avergonzarse o mentir al encuestador de turno. El sistema no es ideal pero nos mantiene a flote y los hay mucho peores. Mejor no predecir el futuro, entonces, que todo día tiene su afán. La campaña es larga, pasan muchas cosas y los hay que lo tienen claro y los que dudan. ¿Y usted, va a votar a Abascal? Mejor voy directamente al final: ¿Y su vecino?

Imagen cortesía de Alvin Engler en Unsplash