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Juan Principal contribuyente de vocablo.es, Juan estudió periodismo un día, lo que le descalificó automáticamente para trabajar como tal. Dispuesto a no malgastar semejante inversión escribe ahora por su cuenta y riesgo. Palabras, palabros, juego de vocablos...

El Aprendiz de Orujo

El Aprendiz de Orujo

No va a gustar el comentario pero en los días que corren hasta los dictadores han perdido el glamour. Solían estudiar en la Sorbona de París, una de las mejores universidades del mundo, no sé mucho de prestigio pero alguien debería revisar lo que enseñan allí, lo mismo tienen que relajarse en los cursos de motivación y auto ayuda. Que se lo digan a Pol Pot y a los dos millones de almas que “desaparecieron” de Camboya durante su gobierno agrario. Seguro que en el campo podían prescindir de la finura francesa y del ego de Saloth Sar, que es el nombre de pila del angelito. En el pasado reciente, Mussolini, Hitler, Lenin, Stalin, todos cuidaban mucho la imagen, se valían de poderosos símbolos para comunicar su mensaje, todo era cuestión de estilo. Ahora van en chándal a trabajar o como Evo, con el jersey de Freddy Krueger. No sé cuál da más miedo.

Todo tirano tiene su sello, eso sí, su lado humano y, por lo general, payaso. Peligroso payaso, escalofriante humor se gastan los majaderos que cada gracia la firman con sangre. De mamarrachadas saben un rato. Del “Aquí huele a azufre todavía” al “fascista” que le dedicó Chávez a Aznar, pasando por el bravucón “pelele, arrastrado del gobierno norteamericano” de Maduro al presidente colombiano Iván Duque, o el apático “cobarde” a Rajoy, hasta el desabrido “viejo” que Kim Jong-un le dedicó a Trump, cada día atinan menos estos tiranos. Ya no saben ni insultar en condiciones, que es un arte por cierto. Si no sabes hacerlo, no lo hagas. Me quito el sombrero con la soberbia respuesta del rey emérito que cerró por un tiempo la boca al bolivariano insolente: “¿Por qué no te callas?”

Algo sucede con los dictadores, parece que les asalta la duda cuando tiemblan por fin los cimientos de su reinado. Como si terminaran creyendo sus propias mentiras, que el sueño no tendrá fin. Recuerdo al estrambótico Gadafi, que decían tenía una clínica de estética subterránea repleta de cirujanos extranjeros para pasar por chapa y pintura cuando el espejo no le devolvía la mirada; la guardia personal de amazonas-ninja y otras tantas excentricidades del gallito libio. En el desierto aún se preguntaba si había valido la pena. Le imagino al narciso, lloviéndole golpes y diciendo aquello de “¡En la cara, no!”, pero esos últimos minutos no se los deseo a nadie, la verdad. Las imágenes de Sadam, sea el verdadero o uno de sus ocho “clones” -los que corre el rumor usaba como dobles por motivos de seguridad, que no conviene enzarzarse en conspiraciones de laboratorio y naves espaciales. Suficiente con la realidad del 2019-, esforzándose en televisión, tratando de convencer al pueblo que la intervención militar no tendría lugar, todo esto con los Abrams americanos asomando el hocico de fondo. No había más que girarse. O, salvando las distancias, el presidente Rodríguez negando contumaz la crisis mientras miles de empresas se iban a la quiebra aquí en España. Destructor de Mundos se queda corto.

En Venezuela la cosa pinta fea para Maduro. De momento se ha puesto camisa, que a su predecesor le funcionaba. Pero le tiembla la voz. Sabe que nunca ha estado a la altura de Chávez, medida en pulgadas por cierto, que como buen segundón heredó el negocio con los comunistas cubanos: petróleo a cambio del sistema opresor y matones para mantenerlo. Que no tiene el carisma que requiere el trono y que es grandote, torpe para salir por patas. Sabe también que Brasil ha dado la espalda al socialismo, que en Washington ya no está el nobel de la paz, trilero de líneas rojas, y que se le acaba el tiempo. Aún así, pone en práctica lo aprendido y se engorila, presentando batalla ebrio de poder. Ahora con los camiones de ayuda humanitaria en la frontera con Colombia, que si el socialismo no cuida del pueblo, tampoco los extranjeros. La guerra la tiene perdida pero gana tiempo para huir con el dinero. No conoce, al parecer, la maldición del tirano, que cuando uno sube tan arriba se queda solo. ¿En quién confiar para mover el oro? ¿Cuál de todos los palmeros no le traicionará? ¿Dónde está la madre Rusia y la China comunista en los momentos de pelear por la causa? Unos tratando de respirar ahora que EEUU exporta gas y aprieta el arancel, y otros por aparentar, que el capitalismo es muy malo pero, fíjese usted, funciona. El mundo es menos pobre que hace cincuenta años y el empresario por lo general madruga como el obrero en estos días. Déjense de ideologías muertas, con muertos, que por no producir el socialismo ya no produce ni buenos tiranos.

Imagen cortesía del Presidencia de El Salvador. Original, Licencia CC0