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Juan Principal contribuyente de vocablo.es, Juan estudió periodismo un día, lo que le descalificó automáticamente para trabajar como tal. Dispuesto a no malgastar semejante inversión escribe ahora por su cuenta y riesgo. Palabras, palabros, juego de vocablos...

Clint Eastwood también es mi primera opción

Clint Eastwood también es mi primera opción

Siempre me he preguntado por qué el máximo galardón del cine en España lleva el nombre de Goya, siendo éste pintor, pero tras múltiples ediciones del esperpento creo que todo se reduce a su famoso cuadro ‘El Aquelarre’. En mi ignorancia acudo a las fuentes de sabiduría establecidas y busco la definición de aquelarre de la RAE: En su sentido más estricto Akelarre -con ‘k’- es una palabra vasca que viene a significar “prado del macho cabrío” y hace referencia una junta o reunión nocturna de brujos y brujas, con la supuesta intervención del demonio ordinariamente en figura de macho cabrío, para sus prácticas mágicas o supersticiosas. Y, como por arte de magia, todo cobra cierto sentido. Los Goya se entregan durante una ceremonia nocturna, presidida como en el cuadro por el “Gran Cabrón” -en esta última edición “Gran Cabrona”-, rodeado -o rodeada para que nadie se ofenda- por brujos y brujas de la kultura -nótese la ‘k’-, donde se reparten premios, loas y ofensas por igual, todo ello como no podía ser de otro modo en España a expensas del erario público. Ignoro, como hace la RAE en su definición, si el mismísimo demonio interviene o no en las prácticas mágicas o supersticiosas, pero viendo la genuina malicia que emana no sólo de los metrajes sino también de los asistentes tampoco lo descarto.

Volviendo al cuadro, leo por encima el análisis técnico de los expertos en arte. Resulta que “El Aquelarre” pertenece a las pinturas negras de Goya, cuando se creía que había perdido la razón. Aislado del mundo, sintiendo rechazo por un fallido movimiento neoclásico se artes oscuras, a la brujería. Y como no quiero aburrir al lector con tecnicismos que ni yo mismo entiendo, simplemente resaltar que la falta de luz y lo sórdido del asunto crea desasosiego. El mismo desasosiego que la gala de los Goya genera en cualquier españolito de a pie, esos que se consideran normales y que han de soportar estoicamente el vergonzoso espectáculo año tras año. Cierto es que no son muchos, a juzgar por la audiencia, pero haberlos, haylos. Y es que, una vez más, el marxismo cultural de nuestro país se ha revolcado en su propio fango, deleitándose como los cochinos, vituperando a todo aquel que no rinda pleitesía. La izquierda se ha apoderado de las artes y la derecha no ha hecho nada para evitarlo. La misma canción de siempre, por cierto, pero eso lo dejo para otro momento.

Una vez más, la clave está en el dinero público, ese que no es de nadie porque es de todos… Iniciativas privadas pueden permitirse astracanadas de cualquier índole, por supuesto, pero el dinero público, el que cuesta ganar y nos arrancan de las manos como el sheriff de Nottingham, está para asfaltar carreteras, recoger basuras, cuidar a nuestros mayores, y tal y como marcha la economía, a nuestros jóvenes y no tan jóvenes, para otras tantas cosas que de verdad hacen falta, no para despilfarrar en desquiciadas ceremonias o premiar películas que nadie ve. Y con razón.

Por no hablar de los brujos y brujas en el patio de butacas, aplaudiendo sin freno cada esputo político y rendirse ante la nueva estrella del cine, Jesús Vidal, un actor con discapacidad intelectual así como a una joven con síndrome de Down a la que no titubearían en abortar si fuera su propia carne y sangre. Ahora conviene ensalzar sus virtudes, ahora conviene aplaudir. Hipócritas, sepulcros blanqueados, fariseos que se permiten ningunear a los partidos de tres letras y continuar exprimiendo la fruta de las víctimas del franquismo - no sé qué víctimas del franquismo quedarán con vida, pero asumo que no se refieren a los enemigos de Frank de la jungla-, payasos sin gracia, garrapatas tenaces en manos del llamado “buenismo”, movimiento que se ha convertido en una religión para agnósticos. Otro año más, han conseguido superarse. Por eso, como bien ha dicho Santiago Abascal, yo me quedo con Clint Eastwood y su tierna ‘Bronco Billy’, película bien hecha y con valores, que para perder tiempo con brujos de pacotilla ya está Harry Potter y Sabrina. Sí, la del gato que habla…